Según expertos sociales, no estamos culturalmente preparados para vivir en comunidad.
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El condominio es un fenómeno que nació en Estados Unidos y se ha extendido con diversas modalidades por todo Latinoamérica. A diferencia del barrio, un concepto europeo que implica diversidad y uso del espacio público, el condominio tiende a ser homogéneo, en cuanto al nivel social y al uso del suelo, que es sólo residencial. según Francisco Santibáñez, sociólogo del Instituto de Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quienes viven en condominios pertenecen a una clase media ascendente, que buscan más seguridad, acceso a más comodidades, una identidad social y un status.
La materialización de este tipo de conjuntos residenciales no ha dejado de presentar dificultades y algunos investigadores sociales postulan que el fondo de los problemas radica en que en esta tipología se sigue manteniendo el concepto de vivienda unifamiliar individual, y no se ha generado una visión de lo que significa vivir formando parte de una comunidad.
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Lo concreto es que los residentes de estos nuevos sistemas no asumen completamente el rol de copropietarios, es decir de dueños y responsables de los espacios comunes y servicios contratados, como son la seguridad, la limpieza, la mantención de áreas verdes, la piscina e incluso de la administración. La mayoría, en esta sentido se limita a pagar los gastos comunes. El fenómeno de la escasa participación ciudadana, que abarca todas las dimensiones de la convivencia social, no es diferente en los condominios.
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